A principios de los años 90, Ankhone empezó a hacer graffitis en las paredes de su ciudad natal, Grenoble, situada al pie de los Alpes franceses. Es este modo de expresión el que le llevó a los bancos de una escuela gráfica, la École Supérieure d'Art Appliqué de Troyes. Aprendido técnicas más institucionales y lleno de combustible creativo, poco a poco transpone su obra pictórica y gráfica a la pintura, sin romper nunca el vínculo con el graffiti, cultura que motivó su progresión.
Ahora muralista, sus gigantescas composiciones se alimentan de poesía y sensibilidad a la vez que se impregnan del conocimiento de las Bellas Artes y la esteticidad del graffiti.
Al trasladarse a Quebec en 2013, Ankhone se convirtió en un artista de referencia en el mundo del arte urbano y el muralismo.